¡Ya bájenle!

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Tres meses y medio antes de lo esperado, aquí va una nueva entrada.

Tiene que ver con la situación política, social, económica, medioambiental, espiritual…con la existencia misma en México. México también tiene su cachito de crisis económica. Supercachazo más bien. A la enorme desigualdad económica que ya existía (más de la mitad de la población del país vive en la indignante pobreza o en la inhumana pobreza extrema = más de 50 millones de personas) se le vinieron a sumar las consecuencias de algo más que un catarrito económico. Mucho más que una gripe.

Y en estos días de presupuestos para el 2010, el panorama político mexicano es una ciénaga. Desaparecen ministerios  (Reforma Agraria, Turismo entre otros) o se liquidan ineficientes empresas públicas (Luz y Fuerza del Centro) sin que ningún gestor público pague por ello, pero enviando al paro a 60.000 personas (la controversia en este caso es enorme). Otros líderes sindicales (especial mención, como aquí la llaman, para la madre de Chucky) continúan con sus privilegios sangrantes dignos de virreyes. El agua cada vez es más escasa. El otrora abundante petróleo, ya no rinde como antes (tantas mansiones que huelen a chapapotl en las Lomas de Chapultepec). Entonces…

se suben los impuestos, para variar.

No tengo nada, a priori, contra los impuestos. Al contrario. Son fundamentales para poder hacer funcionar un sistema tan complejo. Pero observando como funciona el sistema fiscal de México, esta subida genera un torbellino emocional de difícil encauce: enojo, rabia, indiferencia, asco, frustración…y más cuando se justifica el alza como «una medida fundamental para combatir la pobreza». De la Reforma Fiscal que tanta falta le hace al país…nada.

Y mientras, partidos políticos, diputados, senadores…no se rebajan ni un peso su presupuesto para el 2010. Ni la portada del periódico más escabroso del país (no faltan fotos…) provocaría tanto asco.

¡Ya Bájenle!

Para que los partidos políticos reduzcan su presupuesto para el 2010.

Se trata, sencillamente, de inundarlos con correos para que sientan que más allá de sus coches oficiales, sus dietas, comisiones y demás gastos, hay una corriente de enojo e impotencia que se puede transformar en un caudal de colaboración colectiva y creativa. Ya comenzó en julio, tras los resultados de las elecciones legislativas, en las que se vio que el movimiento del voto nulo era más que una pataleta ciudadana.

Porque las nuevas revoluciones vendrán galopando en otros medios.

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